MA | Buenas tardes, Josu. Podríamos decir que hoy jugabas en casa, ¿no?
JU | Pues sí. Vitoria es para mí una ciudad muy especial. Junto con Mondragón, mi pueblo, es uno de los sitios donde me he sentido más querido en mis años de futbolista, con una afición maravillosa. Además, anoche el Alavés ganó.
MA | Hoy estás aquí por un motivo distinto, compartir con los empresarios alaveses tu visión sobre el impacto de la transición energética en las compañías. Antes de hablar de los efectos, me gustaría tener tu visión de cómo hemos llegado hasta aquí.
JU| Es difícil entender la transición energética sin hablar de cambio climático o de los riesgos asociados a depender de unos recursos que cada vez son más costosos y escasos. Para mí, hay tres fechas que debemos tener superpresentes. La primera, 1972, con la publicación del informe Los Límites del Crecimiento, de Donella Meadows, junto con otros 16 profesionales entre los que, por cierto, también se encontraba su marido. Esta publicación, aunque ignorada durante mucho tiempo, marca el comienzo de la conciencia ecológica.
El segundo momento importante es el Protocolo de Kyoto, en 1997. Con su firma, los países industrializados y las economías en transición se comprometían a reducir como mínimo un 5,2% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En el caso de los países de la Unión Europea, el compromiso fue del 8%, haciendo ya muestra de un fuerte compromiso, que más tarde se ha confirmado, en materia de cambio climático.
El tercer momento es sin duda en 2015, cuando en la Conferencia sobre el Cambio Climático de París (COP21 de París) más de 150 países acuerdan fijarse objetivos para limitar el crecimiento de la temperatura global a 2 grados respecto a los niveles preindustriales. Europa va de nuevo a por un objetivo más ambicioso: limitar el crecimiento a no más de los 1,5º.
«El 80% de las emisiones provienen de la energía. Conseguir frenar el cambio climático sin cambiar nuestro modelo energético es imposible.«
La transición energética es la respuesta. Un cambio estructural urgente para pasar de un modelo de consumo y generación energético centralizado basado en recursos de origen fósil y finitos, a un modelo descentralizado y basado en el uso de renovables, que nos permita poner freno al cambio climático sin perder bienestar. Un modelo que logre desacoplar crecimiento económico y consumo de recursos.
MA | Han pasado ya 8 años del Acuerdo de París. ¿Tenemos alguna previsión de si se va a llegar o no a los objetivos?
JU | Si se hacen las cosas bien, lo más probable es que estemos cerca de los 2º, pero, aunque pueda parecer que no hay tanta diferencia, que es solo medio grado, la verdad es que asusta. Ese medio grado supone un 50% más de temperaturas extremas, un 50% más de inundaciones y tormentas y un 30% más de sequías.
Desde que a principios de 2020 la UE lanzase el Green Deal, que no deja de ser un paquete de medidas legislativas y de políticas para conseguir reducir las emisiones en un 55% en 2030 y llegar las cero emisiones en 2050, ya lo ha revisado dos veces. En 2021, con el paquete de medidas ‘Fit for 55’ u ‘Objetivo 55’, se aumentaban los objetivos de renovables en 8 puntos porcentuales y en un 9% la ambición de reducción del consumo de energía final. En 2022, con la Guerra de Ucrania, se lanza un nuevo plan urgente para reducir la dependencia del gas ruso y acelerar la transición, y es que en el caso de Europa, seguridad energética y descarbonización son dos caras de la misma moneda.
MA | ¿Cuál es el impacto para las empresas de todos estos paquetes legislativos y de esta creciente ambición?
La UE solo puede descarbonizarse si lo hacen sus ciudadanos, sus empresas, sus líneas de transporte. Sé que parece obvio, pero todavía falta muchísima concienciación del impacto que tiene en las empresas y de los cambios que van a tener que acometer. La directiva de renovables, por ejemplo, incluye ya objetivos obligatorios para el transporte y la refrigeración. Estos meses se va a revisar la directiva de eficiencia energética de edificios, que incluirá nuevas obligaciones en materia de descarbonización y monitorización, el mercado de emisiones, los mecanismos de ajuste de emisiones en frontera, la taxonomía europea, etc. Todas ellas llevan asociadas cambios que nos van a obligar a descarbonizarnos.
Una de las de mayor impacto y que ya está aquí es la Directiva de Reporte de Sostenibilidad, que reemplaza a la Directiva de Reporte no-financiero y que busca aumentar la transparencia y la comparabilidad de toda la información relacionada con el desempeño ambiental, social y de gobernanza -los ESG- de las empresas. En 2024 se implementará en las compañías de más de 500 empleados, en 2025 en las de 250 empleados y/o con 40 millones de facturación o 20 millones de activos. Para las pymes, en principio solo será obligatorio para las que operen en mercados regulados. Pero desde la UE, se está trabajando ya en un modelo simplificado para que puedan reportar a bancos, clientes e inversores.
MA| Taxonomía, greenwashing, ESG, ajustes de emisiones de frontera o la Directiva de Reporte de Sostenibilidad… ¿Cómo puede el CEO de una pequeña o mediana empresa prepararse para este nuevo contexto?
Sentir algo de vértigo es normal, no hay nada que asuste más que pensar que puedes tomar la decisión incorrecta, o peor aún, no tomar la decisión a tiempo, e hipotecar el futuro de la compañía. Como CEO tenemos que ser activistas en sostenibilidad.
Dicho esto, para mi hay una serie de conceptos clave, que sí o sí tenemos que entender. El primero es entender los distintos niveles de compromiso.
El primer paso sería ser ‘carbon neutral’: ahí básicamente lo que estás haciendo es compensar tus emisiones financiando proporcionalmente proyectos, por ejemplo, de reforestación, que reduzcan las emisiones a la atmosfera. Es un escenario algo cortoplacista y no tiene necesariamente que implicar un objetivo de reducción de tus emisiones.
El segundo escenario u objetivo sería ser ‘net zero’. Aquí sí que cuentas con un plan específico para reducir tus emisiones, la mayoría de las veces con los Objetivos basados en la ciencia, una iniciativa a la que se han unido más de 1.000 empresas para establecer un objetivo climático basado en la ciencia. Las compensaciones, en este caso, únicamente se contemplan para emisiones residuales que no pueden reducirse con la tecnología existente.
El tercer escenario, serían las zero emisiones. Aunque muy compleja de lograr, es fácil de entender. Eres zero emisiones cuando como compañía no emites ningún tipo de gas de efecto invernadero a la atmósfera.
Y ya me perdonarás que use bastantes términos en inglés. Son los más extendidos y a menudo se han traducido con poco rigor al español.
MA| Has mencionado los Objetivos basados en la ciencia, ¿qué impacto tienen para las empresas?
Los Science Based Targets (SBT) u Objetivos basados en la ciencia es la iniciativa de medición más extendida en este momento y la que cuenta con mayor legitimidad. Como compañías, si queremos que nuestros planes de acción tengan reconocimiento y credibilidad tenemos que hacerlo acorde con la Science Based Target Initiative. Además, es la base de muchos de los objetivos y sistemas de reporte que vamos a tener que entregar, ya sea por obligación legal, ya sea porque nos lo exigen nuestros clientes para contratarnos.
Se trata de establecer unos objetivos que cuenten con base científica y cuyo cumplimiento garantice que como empresa tendrás un impacto inferior a los 1,5º que comentábamos al inicio. Tienes que establecer objetivos a corto y largo plazo y además tienen que ser ambiciosos, de entorno a una rebaja de las emisiones de un 4,2% anual. Lo que te lleva a un escenario de -42% de emisiones en 10 años. Hay que hacer una hoja de ruta en la que detalles las acciones y cómo lo vas a conseguir y una vez cuentes con la aprobación de la Iniciativa Science Based Targets, tienes que hacerlo público y reportar anualmente tus avances.
Una de las grandes dificultades sin duda es que te obligan a trazar más del 95% de tus emisiones de alcance 1 y 2. Las de alcance 1 son aquellas que tu generas como empresa en tu proceso productivo. Por ejemplo, las que derivan de los sistemas de inyección, de frío industrial o de tu flota de vehículos. Las de alcance 2 hacen referencia a la forma en la que compras y consumes energía, lo que hace que la electrificación de procesos sea clave, ya que la electricidad puede ser de origen renovable.
Sin duda, la gran complejidad radica en el alcance 3, que es obligatorio reportar una vez superan el 40% del total de emisiones de la empresa, algo que sucede en la mayoría de las ocasiones. En alcance 3 tienes por un lado las emisiones que han podido generar tus proveedores, y aquí hablamos desde las que ha podido generar el desplazamiento de un empleado en avión a las que se han producido para la extracción de las materias primas que necesitas, y por otro, las que se generan una vez tu producto sale de tu fábrica, por ejemplo, si se tiene que procesar, si se tiene que refrigerar hasta ser vendido, o transportar, además del propio reciclaje y fin de vida.
La distribución de las emisiones en estos escenarios varía muchísimo en función del tipo de empresa. Por lo general, las del alcance 2 son las que menos pesan, ya que son fácilmente eliminables gracias a las renovables.
Más allá de que como compañía decidamos implementar o no los Objetivos basados en la ciencia, estos van a tener un impacto en nosotros. Cada vez son más las compañías que se adhieren, y entre las primeras medidas que aplicas para reducir tus emisiones de alcance 3 es exigir a tus proveedores que puedan reportarte su huella de carbono y que tengan una hoja de ruta clara para reducirla. Ser sostenible va a ser totalmente necesario para tu competitividad como empresa.